Estalló la Gran Guerra y,
como escribió Wenceslao Fernández Flórez, «de pronto, Iberina se rajó en dos
mitades»: por un lado, la izquierda aliadófila; por otro, la derecha
germanófila. «Fue una vez más la guerra civil, aunque ésta combatida por
beligerantes vicarios», según advirtió Francisco Ayala.
Ayer El País consideraba urgente explicar a los despistados las opciones
políticas que concurren a las próximas elecciones en Francia, identificando a
cada uno de sus candidatos con su perfecto equivalente iberino. ¿Interesan los
comicios franceses por sí mismos? ¿Por las consecuencias que tendrán en nuestro
país, en Europa? No. Lo que importa es disponer de las claves para leer bien
los resultados, que dilucidarán si las encuestas han inflado el globo de
Macron-Rivera, si Mélenchon-Iglesias va a conseguir dar el sorpasso a los socialistas, si Hamon-Sánchez es el consabido
perdedor o si Fillon-Rajoy, a pesar de los escándalos de nepotismo, se salva en
la primera vuelta. En el partido del domingo, Le Pen no tiene hinchada; vale,
los de Vox, pero es «una cuestión anecdótica».
Da igual que sean las
elecciones francesas o americanas, el referéndum escocés o Venezuela: la
información internacional sólo sirve para explicar qué guerra se está librando y dejar bien establecido quiénes son los beligerantes vicarios. Como en Los que no fuimos a la guerra, todo tan provinciano y chusco como
en la novelita de Fernández Flórez.
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